Nacemos y todos dicen "Es un niño, es una niña ". Primera etiqueta. Si somos niños no podemos llorar y dedicarnos a los artes más sensuales y sensibles. Si somos niñas no podemos ser independientes, libres y dar golpes en la mesa cuando nos enfadamos.
Crecemos y todos dicen "Es muy feo, es muy guapo". Segunda etiqueta. Si somos guapos no queremos dejar de serlo, si somos feos no podemos dejar de serlo.
Nos movemos y hablamos y escuchamos "Es muy hábil, es muy torpe". Tercera etiqueta. Si somos hábiles sentimos la presión de las expectativas, si somos torpes sentimos la tristeza de la soledad.
Así poco a poco crecemos con una lista interminable de etiquetas que nosotros no hemos elegido y que no sabemos como quitarnos de encima.
Sucede que cuando tenemos la conciencia suficiente de las cosas, en lugar de trabajar para deshacernos de lo que no es nuestro y quedarnos desnudos con lo que realmente somos, seguimos añadiendo etiquetas, esta vez autoimpuestas, con la esperanza de que esas nuevas expulsen a las viejas. Así, estudiamos una carrera o elegimos una profesión y nos decimos "Yo soy médico, o yo soy albañil, o yo soy profesor." Nos identificamos hasta tal punto que no vemos cuando otras puertas se abren, cuando la vida nos marca el camino del cambio, de una nueva visión de nosotros mismos, del mundo.
Luego hay otro tipo de etiquetas impuestas por el sistema en el que nos movemos "Yo soy español, o yo soy catalán,o yo soy alemán, o yo soy católico, o yo soy budista."
En fin, que con tanta etiqueta encima nuestro, ya no podemos ver nuestra verdadera cara, hemos perdido nuestra verdadera identidad, nuestra autenticidad.
Es muy interesante observar y escuchar que sucede en nosotros si, en lugar de repetirnos "yo soy esto o soy lo otro", afirmamos sencillamente "YO SOY".
Crecemos y todos dicen "Es muy feo, es muy guapo". Segunda etiqueta. Si somos guapos no queremos dejar de serlo, si somos feos no podemos dejar de serlo.
Nos movemos y hablamos y escuchamos "Es muy hábil, es muy torpe". Tercera etiqueta. Si somos hábiles sentimos la presión de las expectativas, si somos torpes sentimos la tristeza de la soledad.
Así poco a poco crecemos con una lista interminable de etiquetas que nosotros no hemos elegido y que no sabemos como quitarnos de encima.
Sucede que cuando tenemos la conciencia suficiente de las cosas, en lugar de trabajar para deshacernos de lo que no es nuestro y quedarnos desnudos con lo que realmente somos, seguimos añadiendo etiquetas, esta vez autoimpuestas, con la esperanza de que esas nuevas expulsen a las viejas. Así, estudiamos una carrera o elegimos una profesión y nos decimos "Yo soy médico, o yo soy albañil, o yo soy profesor." Nos identificamos hasta tal punto que no vemos cuando otras puertas se abren, cuando la vida nos marca el camino del cambio, de una nueva visión de nosotros mismos, del mundo.
Luego hay otro tipo de etiquetas impuestas por el sistema en el que nos movemos "Yo soy español, o yo soy catalán,o yo soy alemán, o yo soy católico, o yo soy budista."
En fin, que con tanta etiqueta encima nuestro, ya no podemos ver nuestra verdadera cara, hemos perdido nuestra verdadera identidad, nuestra autenticidad.
Es muy interesante observar y escuchar que sucede en nosotros si, en lugar de repetirnos "yo soy esto o soy lo otro", afirmamos sencillamente "YO SOY".
1 comentario:
Me ha gustado mucho. Posiblemente para no observar y escuchar lo que sucede en nosotros?
Un abrazo.
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