viernes, 30 de noviembre de 2007

Todo tiene un sentido.

Todos hemos vivido situaciones en las que algo no nos ha gustado porque no encajaba con nuestras expectativas, o porque nos sentimos ofendidos por alguien, o porque las circunstancias nos hicieron sufrir más de la cuenta. Algo nos dice que se ha cometido una injusticia con nosotros, y echamos la culpa a ese alguien, o a la sociedad, o incluso a Dios.
También todos sabemos lo que es encontrarle el sentido a todo eso cuando ya pasaron varios meses desde que ocurrió. Entonces nos damos cuenta de que aquel suceso, aquella persona, estaba ahí justo para mostrarnos algo de nosotros mismos, que debido al orgullo, los discursos mentales, la arrogancia, y otras cuantas facetas poco iluminadas de nuesta personalidad no pudimos comprender en su momento.
Todo lo que ocurre en nuestras vidas viene en ayuda nuestra, aunque resulte imposible creerlo cuando nos está sucediendo. Las personas aparecen justo en el momento preciso para hacernos ver algo, las circunstancias aparecen para que nos replanteemos nuestras creencias, la mayoría producto de lo que leímos y escuchamos. Todo parace confabularse para derrumbar lo que hemos construido. ¿Porqué? Para que comencemos de nuevo desde el Amor y no desde el miedo y el egoísmo, para que desarrollemos cualidades y dones que tenemos dormidos por nuestra comodidad y falta de decisión, para que crezcamos a pesar de nuestros deseos limitadores, para que nos liberemos de los apegos que nos enganchan con sufrimiento a una vida sin sonrisas.
Todo tiene un sentido, todo da un sentido a nuestra vida, todo sucede para que así salgamos del letargo del mundo de las cosas y despertemos al mundo del Alma, del Espíritu, al mundo de nuestra verdadera Visión. Abrimos los ojos y entramos de lleno en el mundo real, el de la visión más espiritual y amplia de nosotros mismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por esta entrada. Es tiempo para desapegarse, despertar y volver a sonreir.
Un slaudo.