viernes, 5 de octubre de 2007

Vivir en libertad

Érase una vez un pájaro, adornado con un par de alas perfectas y plumas relucientes, coloridas y maravillosas. En fin, un animal hecho para volar libre e independiente, para alegrar a quien lo observase.
Un día una mujer lo vio y se enamoró de él. Se quedó mirando su vuelo con la boca abierta de admiración, con el corazón latiéndole más de prisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invitó a volar con ella, y los dos viajaron por el cielo en completa armonía. Ella admiraba, veneraba, adoraba al pájaro.
Pero entonces pensó :« ¡Tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!». Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro.
Y se sintió sola.
Y pensó :« Voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga, no volverá a marcharse».
El pájaro, que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en la jaula.
Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigas, que comentaban :« Eres una persona que lo tiene todo».
Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro, y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés.
El pájaro, sin poder volar ni expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso feo, y ella ya no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar la jaula.
Un buen día, el pájaro murió. Ella se puso muy triste, y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba sólo el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.
Si profundizase en sí misma, descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico. Sin el pájaro, su vida también perdió sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta.
«¿ Por qué has venido», le preguntó la muerte.
«Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo –respondió la muerte-. Si lo hubieses dejado partir y volver siempre, lo admirarías y lo amarías todavía más; sin embargo, ahora necesitas de mí para poder encontrarlo de nuevo.

Paulo Coelho

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Los pequeños maestros

Muchos somos los que hemos estado anhelando encontrar un maestro o guru que nos diga quienes somos y para que estamos aquí. Esa búsqueda de un Guru nos ha llevado a mirar siempre mucho más allá de lo cotidiano, llegando a sentir con fuerza que nuestra "iluminación" llegaría únicamente a través de esa vía y que además lo haría de forma rápida, como una explosión de Luz que nos ahorraría todas las confusiones y crisis de identidad que pasamos en la "vida normal".
¿Que ocurre si nos damos cuenta de que no hay Gurus que buscar ni doctrinas que seguir?Que nos quedamos vacíos en nuestra visión más filosófico-espiritual, y más vacíos aún si ya nos encontramos inmersos en una serie de creencias desde hace tiempo. Ese vacío es duro, difícil de aceptar, de soportar, pero es muy necesario para darnos cuenta de que no hay que buscar con desesperación que alguien nos dé la verdad, que la verdad ya está en nuestro corazón, y siempre ha estado ahí. Lo único que hace falta es RECORDAR y para llegar a esa memoria ancestral no estamos solos, alrededor nuestro, en todo momento, hay miles de "pequeños maestros" que se limitan simplemente a despertar en nosotros esa sabiduría innata que todos tenemos. Esos amorosos maestritos son todos los sucesos, personas, animales, plantas, libros, películas,lugares,...que se cruzan a cada instante por delante nuestro. Si sabemos mirarlos y escucharlos con el corazón, sintiendolos y no pensandolos, entonces estaremos tocando el sentido de la vida, el sentido de las pequeñas cosas, el sentido de todo lo creado que no es otro que crecer, evolucionar con el compartir y la interrelación con todo y con todos.